El tema de la migración internacional ha venido cobrando
creciente importancia en Centroamérica en los últimos decenios. Después de
haber sido una región de moderada atracción de inmigrantes extrarregionales
-que, además, configuraba un espacio en donde los intercambios entre naciones
fronterizas constituían un fenómeno habitual sometido al impulso de las
actividades agroexportadoras y la industrialización sustitutiva-, la mayoría de
los países que la integran se han convertido en importantes expulsores de mano
de obra. Bajo este cambio de las tendencias migratorias subyace un conjunto de
factores relacionados con el agotamiento del patrón de desarrollo -que se
remitía esencialmente a una industrialización liviana, la existencia de
economías de tipo enclave y la generación de empleo de escasa dinámica-, la
persistencia de agudas desigualdades sociales y las convulsiones sociopolíticas
experimentadas en el decenio de 1980. De este modo, las insuficiencias
estructurales del proceso de desarrollo contribuyeron a una mayor visibilidad
del fenómeno migratorio en toda la región. La migración al exterior representó
una válvula de escape para un gran número de centroamericanos.
En el decenio de 1990, los ajustes y la liberalización de
las economías, la preocupación por la equidad social, la estabilización
sociopolítica y el establecimiento de iniciativas de diálogo y cooperación en
materia de desarrollo y migración están constituyendo un nuevo escenario, cuyas
consecuencias sobre las tendencias migratorias aún no logran advertirse en plenitud,
pero parecen predecir una menor intensidad de la emigración y un retorno de
numerosos contingentes de desplazados. Sin embargo, el panorama no es claro,
puesto que las consecuencias de los recientes desastres naturales han generado
una nota de incertidumbre sobre la evolución de las economías y el cambio
social. Todo esto lleva a la necesidad de situar el tema de la migración
internacional en Centroamérica como un asunto prioritario en la agenda de las
relaciones externas, pues compromete no sólo a los gobiernos y sociedades
civiles de la región sino también a los países destinatarios de las principales
corrientes de emigrantes.
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